martes, 26 de febrero de 2008

Citando a una amiga

El Barón cita textualmente el contenido de un mensaje recibido en las últimas horas, referente al famoso debate entre los dos candidatos (Zapatero y Rajoy) moderado por el periodista Campo Vidal:

Campo Vidal les dice: "pueden usar ustedes datos de macroeconomía"; Rajoy: "señor Zapatero, en su legislatura ha subido el precio del pollo".
¿Quién es el tonto, Zapatero, Campo Vidal, Rajoy o yo por perder el tiempo escuchando un debate con tontos para tontos?

lunes, 25 de febrero de 2008

Manipula que algo queda

Cuando acaba de dar comienzo la pantomima del debate entre los dos (¿únicos?) candidatos a la presidencia del gobierno de Cretinia ("poco pan y pésimo circo", decía Def Con Dos), identifico en El País (edición del 25 de febrero) todo un ejemplo de manipulación por parte del periodista (José Andrés Rojo) de unas declaraciones de su entrevistado (Gianni Vattimo).

En dicha entrevista, bastante jugosa, dos extractos de las declaraciones de Vattimo son resaltadas (es decir, los típicos fragmentos de entrevista que cualquier lector ojea antes de decidirse a leer el texto en su integridad). Ambos extractos se han colocado uno encima de otro, de forma que un lector sin muchas ganas de entretenerse puede incluso conformarse con leer el primero de ellos, donde Vattimo afirma que "El régimen de Venezuela recuerda a los inicios del fascismo en Italia". En el segundo extracto (ése que, seguro, va a leer un número menor de personas) afirma que "Es una invención ideológica la lucha contra el terrorismo fundamentalista".

¿Dónde está la trampa? Como casi siempre, en la manipulación, en la descontextualización. ¿Por qué? Porque, en primer lugar, la segunda declaración resaltada es anterior, en el tiempo de la entrevista, a la primera. ¿Cuál es la razón de que el periodista haya invertido el orden de los extractos? Lo podemos suponer...

En segundo lugar, la afirmación que se refiere a Venezuela está totalmente sacada de contexto. A la pregunta de si cree que habrá cambios si gana Obama, Vattimo responde: "La victoria de Obama tendrá sin duda una gran fuerza simbólica, pero me temo que seguiría gobernando el complejo militar-industrial. Me parece mucho más interesante la contestación política que está surgiendo en los países latinoamericanos. Brasil, Argentina, la llegada de Evo Morales al poder, la fuerza carismática de Chávez". A esto, el periodista afirma (no pregunta): "Su gobierno es muy autoritario..." Y Vattimo responde: "No soy un defensor entusiasta de la democracia formal. No se pueden aplicar nuestros criterios a un país como Venezuela. Su régimen me recuerda a los inicios del fascismo en Italia. Mucha gente estaba entonces con el Duce y fueron las organizaciones fascistas las que permitieron, por ejemplo, que la mujer participara en política. Cuando se acercó a los nazis fue el desastre, pero a veces un régimen autoritario permite a los desarraigados acceder a la política y luchar contra sus carencias".

Obviamente, las opiniones de Vattimo son un ejemplo de su peculiar filosofía, el pensamiento débil. Se le puede cuestionar un uso a la ligera de la analogía, o un análisis demasiado superficial del régimen de Mussolini (forzoso en una entrevista corta), pero, desde luego, su afirmación, dentro de su contexto, seguro que no tiene el mismo efecto y, hasta cierto punto, se puede calificar de cierta (al menos, coherente con lo que él mismo dice).

Mucha gente pasará por alto la entrevista al haber leído el texto resaltado, y lo hará con la idea de que Vattimo es uno más entre los intelectuales cómplices del neoliberalismo y el imperialismo, cuando en esta misma entrevista afirma (y que no se tome como una cita descontextualizada): "La eficacia del diablo es la de convencernos de que no existe. Es lo que ha conseguido el imperialismo, que ya nadie hable de imperialismo. Y no crea que lo que pretende es exportar la democracia. Lo que hace es importar petróleo".

Recomiendo a los visitantes del Barón que se mantengan alerta ante este tipo de maniobras ideológicas. Pero ya va siendo hora de regresar al circo...

Fdo: la Sombra del Barón

martes, 19 de febrero de 2008

El corazón de la rata

El otro día, mientras bebía con sus amigos, y quizás influido por la próxima publicación de la novela Musofobia, de Jorge Harmodio, o puede que por la acción imparable de otro condicionamiento pavloviano, ya olvidado, el Barón recordó a su vieja amiga la rata blanca.

La rata aquella no tenía nombre, a pesar de que convivió con él durante muchos años, ella en un frasco de formol (bien, sólo su cabeza), él ocupando el resto de la habitación. Hasta que la madre del Barón le obligó a deshacerse de ella.

No fue hasta mucho tiempo después que volvió a su memoria, con un papel secundario en la eterna obra inacabada del Barón (ahí, sí, le puso nombre: Orlando). Pero sólo la cabeza de la rata tenía presencia en la memoria.

Fue el otro día, al inicio del enésimo descalabro etílico colectivo, cuando otra imagen acudió a la mente del Barón: el corazoncito de la rata, recién abierta, rojo y diminuto, en las manos de la buena señora que la había diseccionado. "¿Lo quieres?", decía.

Puede que allí estuviera el origen de muchas cosas. Porque fue entonces cuando, siguiendo una señal del destino, como premio por haber asistido a la autopsia sin pestañear, el pequeño Barón respondió: "quiero la cabeza".

Se busca psicoanalista que interprete este recuerdo agazapado: quizás encuentre una explicación a los varios desvaríos en los bares del Barón.

viernes, 15 de febrero de 2008

Adivinando

Hay cosas que nacen,
crecen poco, apenas unos segundos de vida,
no se reproducen, porque, si no, ya no serían lo que son, sino otras formas más enrevesadas y profundas, plagadas de caminos que se bifurcan, algunos ciegos, otros infinitos etcétera,
y mueren,
por su propia condición.

lunes, 11 de febrero de 2008

Viejas enseñanzas de Endorio Perilla

Quién sabe qué condicionamiento pavloviano ha llevado al Barón a recordar, hoy, a su viejo amigo Endorio Perilla. Quizás un pequeño arrebato de nostalgia originado en la lectura del periódico, o en el telediario. El caso es que Endorio Perilla es un tipo peculiar.

Rememora el Barón con gran cariño sus reflexiones sobre la escritura. Decía E. Perilla que para escribir sólo hacen falta tres cosas: tener algo que contar, saberlo contar, y contarlo. Así de sencillo. Después, el Barón pudo conocer las teorías de Umberto Eco sobre la fábula, la trama y el discurso, pero enseguida vio que no eran sino una sofisticada variación de las ideas de Endorio Perilla, más directas y comprensibles.

También tiene E. Perilla algunas frases antológicas. Su gran especialidad era dar una vuelta de tuerca a axiomas y tópicos ya conocidos. Uno de estos tópicos es el que reza: "mañana, hoy será ayer". Recuerda el Barón el día en que E. Perilla, mientras sostenía una cerveza en su mano de virtuoso, supo reformular el tópico, y, simplificándolo, le dio mayor espesor temporal: Mañana será ayer.

El Barón ha decidido ponerse en contacto con E. Perilla, saber de su vida, por dónde le han llevado los trabajos y los días, y hacer ese tipo de cosas que hace la gente cuando se decide a llamar a sus viejos amigos.

viernes, 1 de febrero de 2008

El primer pitillo

El fluir de la vida, ya que no hay expresiones matemáticas (el Barón no las conoce), se caracteriza por un presente continuo, de estar existiendo, valga la redundancia, rodeados de recuerdos por detrás, y esperanzas por delante. A veces, el pleno sentido del presente viene dado por la satisfacción de una esperanza, inmediatamente transformada en un grato recuerdo, sin transición.

La felicidad de un momento presente es inversamente proporcional a su corporeidad posterior: cuanto más feliz haya sido un momento, más difícil será recrearlo. Pero la anticipación de esa felicidad posee el extraño don de alegrarnos incluso antes de que esa dicha se manifieste de forma real. La felicidad, así, es como un heraldo de sí misma.

Este juego entre lo que se desea esperando, y la consecución de ese deseo, provoca una detención del fluir del tiempo. Durante unos minutos, todo lo que nos puede suceder no es sino la antesala de lo que estamos deseando que suceda, y lo disfrutamos prácticamente por igual, aunque siempre atemorizados por la idea de que no podamos consumarlo. Y, aun así, si eso sucediera, nadie nos podria quitar la dicha de haberlo deseado.

Por suerte para el protagonista de "El primer pitillo", su deseo, finalmente, se consuma. Relatos como éste hacen que la perspectiva de leer a Miguel Delibes ya sea una antesala de la felicidad de tener un libro suyo ante nosotros, sobre todo si aún no lo hemos leído.