jueves, 31 de marzo de 2011

Pepe Escobar sobre Libia

Sin desperdicio la reflexión de Pepe Escobar sobre la guerra "ahora la ves ahora no la ves" de Libia.

martes, 29 de marzo de 2011

Un ano máis

Gabinete Toons obsequiou-me cunha das súas entrañábeis producións. Hai tradicións que non deberían perder-se nunca.


martes, 22 de marzo de 2011

Reporteros sin escrúpulos

En la página web de Pascual Serrano viene una interesante reflexión sobre la lista de países enemigos de Internet, publicada por esa agrupación tan cuidadosa de los derechos humanos (en concreto, de los humanos periodistas al servicio de los intereses occidentales) como es "Reporteros sin fronteras".

Retomar el hilo

Observo el cadáver de colibrí sobre mi mesa-camilla. En el garito donde converso con G. suenan los Ramones. Homenaje a Dee-Dee. Acaba de morir, también, con cincuenta y un años. Los dos nos acordamos del viaje a Nueva York, cuatro años antes. El llanto sobre una acera de Brooklyn frente a la casa donde había vivido mi madre su juventud. Los dos hablamos de cómo habían cambiado las cosas en esos cuatro años. Mi padre había engrosado la lista, habían caído las Twin Towers, se había iniciado la Tercera Guerra Mundial, aunque nadie lo sabía entonces, ni ahora, y yo había comenzado un camino sin retorno hacia no sabía dónde. La vida de G. seguía igual. Sus hijas ya estaban en Secundaria y Bachillerato; les faltaba poco para abandonar el hogar paterno, pero G. tuvo la delicadeza de no aburrirme con sus inquietudes de padre y esposo. En el fondo había un residuo del joven contestatario que había conocido en Alexandría, aunque ahora militara en un partido independentista con opciones parlamentarias y peso político. Y ese residuo afloraba al conversar con un espectro sin rumbo como era yo entonces. Y nunca dejaría de serlo.

“Déjalo antes de que sea demasiado tarde” dice Gustavo mientras salimos del garito en busca de más lugares donde diluirnos. Sólo por hastío, le dije que sí, y pasamos el resto de la noche discutiendo sobre la evaporación de nuestros sueños de juventud.

El colibrí es un ser minúsculo en la inmensidad de mi mesa-camilla. Me preguntó quién ha sido el colibrí del romance, si C., intentado rescatarme de la corriente, o yo mismo, y C. la flor. Y B., en cualquiera de las dos versiones, ¿dónde está? ¿Es la corriente que me arrastra o es la orilla que abandono? El final del romance es el mismo, en cualquier caso. Y no ayuda a resolver el enigma: ¿merece la pena el sacrificio? Puede que no, pero este colibrí exangüe junto a mi copa vacía también ha muerto, y lo ha hecho solo, sin flor a la que amar ni río en el que ahogarse.

Dijo una vez Martí, poeta y libertador, si es que no son lo mismo, que “hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí”. Con cierta repugnancia aprovecho la ocasión, sujeto el ala mínima del pájaro y la observo con atención.

Quizás Martí andaba errado. O quizás la única verdad esencial sea aquello que nos encontramos más allá de la muerte, o antes de la semilla, y nadie nos puede contar.