“Más de una vez ha pasado por mi imaginación el pensar si todos, sin
excepción de clases, sentimos la misma alegría de vivir. La cuestión,
excesivamente compleja, tiene sus pros y sus contras. En principio creo
que, por lo menos en la infancia, hay un gran porcentaje en favor de la
supuesta alegría, porque en esa edad ¿quién tiene la necesaria reflexión
para meditar sobre la cuestión? Sin embargo, los mismos niños a veces
reflexionan y ven el contraste entre los ricos y los pobres. ¡Cuántas
veces he presenciado esa exploración que los niños proletarios hacen en
un momento de lucidez reflexiva de sus compañeros muchas veces
burgueses! Su mirada se fija ya en sus juguetes, ya en su indumentaria,
en su calzado, en fin, en infinidad de cosas para ellos vedadas. No
obstante, toda esta amargura no dura más que esos breves momentos que
duran en él todas sus doradas ilusiones.
Desde luego para los que tenemos que ver todos los días esa
diferencia en su vivir, tiene que hacer en nosotros el efecto de un
reactivo que nos mueva a hacer algo por evitar injusticia de tanta
magnitud.
Desde el punto de vista
humano, que es el único donde deben mirarse las cosas humanas, no puede
haber injusticia mayor que la de dividir desde la infancia a los
hombres, división que resulta más injusta, por ser los trabajadores, que
todo lo producen, los que ocupen el último lugar en la escala en que se
hace figurar.
Esa primera división que los niños no llegan a comprender se acentúa con caracteres perfectamente marcados en el adulto…
…
No obstante hoy parece despierta de su aletargamiento y al fin
parece que nuestros trabajadores se incorporan a filas dispuestos a
hacer valer sus derechos. Pero ciertamente para que la alegría de vivir
sea igualmente sentida en todos los hombres, hoy más que nunca, es
necesario que todos nos agrupemos en torno de nuestras aspiraciones...
Contra la escuela única y laica se han dirigido los cañones de grueso
calibre, porque ahí es donde está la raíz que ha de dar origen a la
liberación completa, ya que en la escuela única no puede haber
privilegios; pero junto a la capacitación cultural tiene que estar la
acción constante para que esa alegría no pueda desaparecer nunca de los
hogares proletarios. O más bien dicho, traerla, porque no existe".
Fragmentos
del artículo "La alegría de vivir", firmado por Herminio Barreiro
Calvete (1907-2012), maestro represaliado, y publicado por el semanario socialista
La Hora, hacia 1935 o 1936. Fue reproducido(folios 51 y 52) como
prueba acusatoria de "adhesión a la rebelión" en el expediente de
depuración del autor, que conllevó, además, una pena de cuatro años de
prisión y la imposibilidad de ejercer el magisterio hasta 1974.