Cuando la vida sigue un ritmo lento, paulatino, normal, los recuerdos y sensaciones se depositan con suavidad en la memoria, como un suelo orgánico formado a base de capas y capas de hojas caídas de los árboles y de otros restos de los seres que agotan su existencia en superficie.
Pero en los viajes la formación de la memoria es como un depósito violento, torrencial.
En la última semana, recuerdos entremezclados se agolpan en la memoria del Barón: los recientes, en apariencia más frescos, son relegados por los más antiguos. Un déja-vu constante a lo largo de una semana en Lisboa, cosas en cosas y siempre en las mismas cosas, con seguridad, crudas en el aeropuerto a la ida y a la vuelta, sol en las terrazas, bacalhau en la mesa, gin tónico en la barra, cerveza en la jarra, el puente 25 de abril al oeste, el puente 25 de abril al este, pozos iniciáticos y pozos equivocados y grutas con tres entradas y sólo una verdadera (turismo papagénico, en suma), en la mágica Sintra, bajezas morales en Bairro Alto, tranvías arriba, tranvías abajo, benfiquistas en Porto, paganismo en la Alfama...
Ahora, pasada la tormenta, los sucesos cotidianos vuelven a depositarse con calma y lentitud, pausados, incluso en esta violenta primavera que parece no terminar...
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2 comentarios:
Suerte para el señor Barón que su vida puede seguir un ritmo lento. Por desgracia la profesión del cubo nunca permite un descanso.
Pese a todo su disertación me trae recuerdos de los últimos vinhos do porto degustados en Gaia hace no mucho tiempo en uno de los pocos momentos de asueto que un servidor se ha podido permitir.
¡¡Envidia, verde envidia!!
Querido Garçon del Pis:
Por algo es Barón el Barón. Porque este pequeño Palacio es su reposo. Allende sus muros sólo existe la enrevesada acumulación de los sucesos. Dentro, la reflexión sobre lo que acontece, su degustación y la disección de dulzuras y amarguras, provocan esa sensación de lentitud y constancia.
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