El descubrimiento literario de este año se confirma para el Barón. A. M. Homes recurre al esperpento, ese género en apariencia tan de Cretinia, para retratar sin compasión a un matrimonio de clase media que reside en las afueras de Nueva York. Pero también se dibujan los perfiles de la clase social a la que pertenecen (sus amigos, los compañeros del trabajo de Paul, los padres del colegio de sus hijos...), y, sobre todo, a un país enfermo, neurótico, paranoico y psicótico por momentos.
El argumento arranca de un arrebato de furia conjunta, de un gesto de inclemencia de los protagonistas hacia su propia vida, para desparramarse a lo largo de las páginas en una sucesión de acontecimientos absurdos, ridículos, de movimientos imparables hacia el abismo. No hay asomo de piedad, las pocas posibilidades de rectificación que se van sucediendo en las descarriladas vidas de Paul y Elaine son desbaratadas por ellos mismos, alienados, una tras otra, hasta el estallido final.
El regusto es bien amargo, pero cada frase supura ironía y es un arma contra la autocomplacencia de nuestro querido primer mundo. No hay escapatoria. Los personajes más felices del libro provocan sonrojo, de estúpidos que son. Y alguno hasta oculta inquietudes y se desdobla en más de una dimensión.
Los personajes más tristes, los protagonistas, Paul y Elaine, agonizan en su propia frustración, y arrastran a sus hijos por la senda del desastre.
A. M. Homes, el Barón también te ama a ti.
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