No es agradable recorrer un paisaje y adivinar que nunca llegaremos al sol porque siempre hay un mar, más allá de las montañas, que se interpone entre nosotros y él.
Tampoco la extensión del horizonte es franqueable; no hay grandes fisuras (aunque los paréntesis sean rugosidades en la tierra [y los corchetes cavidades en la roca, madrigueras que se ramifican en las profundidades, conexiones secretas entre la superficie terrestre y el sol, entre el presente y otros tiempos pasados o futuros] que muchas veces restringen nuestra visión del mundo) y predomina la continuidad.
En breves días el Barón abrirá un soleado corchete dentro de un paréntesis al que, posiblemente, nunca sabrá poner un adecuado final.
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