Según los académicos, “éxito” es el feliz resultado de un negocio o una actuación, o la buena aceptación que tiene alguien o algo. Asumamos que tienen razón (para eso marcan las reglas).
Partimos de una profunda discrepancia, o de perspectivas antagónicas: dónde radica el éxito. Para el pensamiento único, dominante desde hace siglos, el éxito está en el triunfo, en la victoria, y el fracaso en la derrota. De este modo, éxito y fracaso marcan sin ambigüedades nuestro destino, sin medias luces, sin penumbra. Sólo importa el triunfo, que se confunde con el éxito. Es la ley del capital, del máximo beneficio.
Pero identificar el éxito con la victoria es como confundir el amor con el orgasmo. Como decía Cavafis, lo que cuenta es el viaje, la experiencia vivida, no la meta. En ese trayecto confluyen la sabiduría, la solidaridad y la creatividad, todas dimensiones del auténtico éxito. Quienes leen la vida en términos de éxito y fracaso pueden experimentar sucesivos orgasmos, pero no disfrutarán del viaje, del trayecto, de los intersticios a través de los que nuestras vivencias se abren al mundo. Son finalistas, resultadistas.
Dice Galeano que el fútbol se fue convirtiendo, poco a poco, de un juego ilusionante en un negocio industrial, y, parafraseando a Castoriadis, que se fue invirtiendo el lema, y ya no ganas porque vales, sino que vales porque ganas.
Guardiola ha llevado al extremo una filosofía del juego que hunde sus raíces en la propia esencia de éste. Ése ha sido (y es) su éxito, por eso se han vuelto hacia su equipo muchas miradas que se habían apartado del fútbol, o que ni siquiera se habían dirigido nunca hacia él. Los Mourinho, Benítez y compañía sólo juegan para hacer felices, y casi nunca lo consiguen, a su afición. Guardiola y su equipo hacen feliz a cualquiera que ame el espectáculo, porque aúnan con éxito talento, ética y estética, y además han demostrado que también ése es un camino victorioso, por eso todo aficionado del Barcelona puede estar orgulloso de su propia afición.
Hay hazañas irrepetibles, puede que la temporada anterior sea una de ellas, pero el éxito ya está ahí, y será difícil que no haya un antes y un después. Por eso, pase lo que pase en estos días, no existirá el fracaso para el Barça, como no es un fracaso el amor sin orgasmo. En el fútbol, más que en la vida, hay victorias y derrotas, pero el límite entre el éxito y el fracaso lo marca la honestidad, el reconocimiento del talento (¿es un éxito llegar a la final de la Champions con Eto’o y Milito jugando en los laterales?), la asunción de unos principios solidarios y la intención de hacer disfrutar a todo el mundo, no sólo a tus seguidores. Ganan porque valen. Y si no ganan, no pasa nada. Sabemos que Guardiola lo sabe, y no queremos que cambie, pase lo que pase, porque eso es lo que convierte al Barça en algo único.
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