Alberto Montero Soler responde así a la última pregunta que le realiza Salvador López Arnal para El Viejo Topo, sobre si la crisis actual es también la crisis de los valores de la civilización del capital:
Yo no creo que sea tanto por la crisis de los valores de la civilización del capital. A mi modo de ver esos valores se encuentran actualmente en su momento de mayor esplendor: el egoísmo, la codicia, la avaricia, el individualismo… Si algo ha conseguido el neoliberalismo es acabar con los valores sociales vinculados a la solidaridad y el respeto por los demás y por el entorno; ha conseguido fabricar sujetos que no se reconocen en sus semejantes, que son capaces de atribuirse la responsabilidad de problemas que les vienen impuestos por el sistema capitalista, que reniegan de la solidaridad; sujetos egoístas y, lo que es peor, alienados con respecto a su condición de explotados y expropiados. Si tuviéramos que valorar desde esa perspectiva al neoliberalismo sólo podríamos concluir que su éxito ha sido rotundo.
Pero, precisamente, esa salud de los valores sobre los que se sustenta el capitalismo es la que está generando de forma acelerada las condiciones objetivas para, no sólo la desaparición del capitalismo sino también de la propia especie: el cambio climático, el agotamiento de los recursos, la desforestación, son expresiones en grado exacerbado del dominio de esos valores. Las resistencias son cada vez menores y en un mundo en donde cada vez se percibe menos lo ajeno como propio, en donde no se comparte el sentimiento de comunidad sino que rige la lógica de la supervivencia, están sentadas las bases para su desaparición.
Me recuerdan a la última frase de la famosa carta del Jefe Seattle: "Aquí acaba la vida, y empieza la supervivencia".
Yo no creo que sea tanto por la crisis de los valores de la civilización del capital. A mi modo de ver esos valores se encuentran actualmente en su momento de mayor esplendor: el egoísmo, la codicia, la avaricia, el individualismo… Si algo ha conseguido el neoliberalismo es acabar con los valores sociales vinculados a la solidaridad y el respeto por los demás y por el entorno; ha conseguido fabricar sujetos que no se reconocen en sus semejantes, que son capaces de atribuirse la responsabilidad de problemas que les vienen impuestos por el sistema capitalista, que reniegan de la solidaridad; sujetos egoístas y, lo que es peor, alienados con respecto a su condición de explotados y expropiados. Si tuviéramos que valorar desde esa perspectiva al neoliberalismo sólo podríamos concluir que su éxito ha sido rotundo.
Pero, precisamente, esa salud de los valores sobre los que se sustenta el capitalismo es la que está generando de forma acelerada las condiciones objetivas para, no sólo la desaparición del capitalismo sino también de la propia especie: el cambio climático, el agotamiento de los recursos, la desforestación, son expresiones en grado exacerbado del dominio de esos valores. Las resistencias son cada vez menores y en un mundo en donde cada vez se percibe menos lo ajeno como propio, en donde no se comparte el sentimiento de comunidad sino que rige la lógica de la supervivencia, están sentadas las bases para su desaparición.
Me recuerdan a la última frase de la famosa carta del Jefe Seattle: "Aquí acaba la vida, y empieza la supervivencia".
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