"El monte de las ánimas" es una famosa leyenda de Bécquer que el Barón leyó hace unos cuantos años, envuelto en sábanas protectoras y temores de colegial. De ella sólo recordaba un pañuelo manchado de sangre.
Hace dos días, hospedándose el Barón en el Parador de Soria, y siguiendo su ingenua costumbre de acompañar sus viajes, cortos o largos, de lecturas relacionadas con el lugar visitado, releyó el relato antes de dormir. Revivió así las mismas sensaciones que entonces, pero con el añadido de hallarse justo enfrente del escenario en que Bécquer situó su leyenda: la colina que, del otro lado del Duero, se eleva sobre la ballesta machadiana, cubierta de una suave vegetación de matorral y coronada por los riscos calizos típicos de la zona.
El relato, para quien no lo recuerde o no lo haya leído, ambienta en dicho monte una fantasmal batalla, entre los espíritus de los templarios y los nobles de la ciudad, que se reproducía, cada Día de Difuntos, desde que había tenido lugar, en la Edad Media.
Habiendo apagado la luz, el Barón se irguió sobre la cama y se dirigió a la terraza, lentamente. Allí, enfrente, al otro lado del río, se erigía el Monte de las Ánimas, apenas recortado por una luna exigua. Y allí estaban las ánimas, en la cima, concentradas en una luz roja, en lo más alto de una torre de metal.
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2 comentarios:
Él barón anda clásico!!!
Qué impresión. Y qué bonita palabra "ballesta!
así cualquiera! lo que tiene merito es ir a al monte de las animas (o divisarlo en lontananza aquellos que somos más pusilánimes) la noche del 31 de octubre, que es cuando aquello está de espíritus hasta la "ballesta"
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