Las casas envejecen al mismo ritmo que los cuerpos que las habitan. Llega un momento en que duelen los huesos cuando llueve, separamos los ojos del periódico para leer mejor o descansamos en los descansillos; igual que los casquillos de las lámparas piden el cambio, se acaban los vasos de aquella colección que nos habían regalado hace años y las bisagras de los armarios se desatornillan.
Y, aunque hay casas y cuerpos que soportan mejor que otros el paso del tiempo (y no estamos hablando de remozados ni cremas antiarrugas), sólo hay un remedio contra el envejecimiento. Pero, eso sí, es infalible.
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1 comentario:
David: um saúdo, umha aperta e um bico grande, para ti e a famíla. Venho de ler a notícia no Galicia Hoxe. Apertas.
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