Esta manhana se escucha algo asì como un muecìn pregonando, pero debe ser alguna melodìa siciliana sonando en alguna radio de alguna casa de alguna calle de por aquì.
A estas horas, tras desayunar en la azotea del hotel, la ciudad sigue siendo un misterio, apenas desvelada por una nocturna excursiòn a la pizzerìa Bellini. Hubiese sido tranquila de no ser por una cena de fin de curso en la que el coro juvenil reclama i regali y il discorso constantemente, sobre todo hacia el final.
Pero la primera impresiòn diurna es confusa: desde la azotea hay una buena panoràmica de la ciudad. Rodeada de montanhas agrestes (guinho a quien ya sabe), Palermo se desparrama en el fondo del valle, abigarrada y caòtica. No es posible decir a què se parece, tampoco es fàcil identificar ninguna calle, ninguna hendidura entre la masa parda, de la que emergen, aisladamente, ciertas torres y cupulas, algunas gruas y un permanente repique de campanas. Una de ellas toca a muerto.
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1 comentario:
Bello, Bellísimo, piú Bello... Daví¡¡¡
Me trasladé hasta ahí...y fui capaz de escuchar la música.
Disfruten...Besotes a Eleninchi
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