viernes, 24 de abril de 2009

Origen

Cuando se mira desde lejos, y con la luz adecuada, la Isla es un gran triángulo posado sobre el océano. Sólo cuando nos acercamos a ella podemos intuir, progresivamente, los volúmenes que se esconden tras su geométrica silueta. Poco a poco, la Isla se agiganta y se transforma en un cuerpo irregular, con caras, aristas y grietas que confieren a su superficie una rugosidad extraña, acentuada cuando la luz patina sobre la superficie del océano hasta estrellarse contra ella.

Tampoco flota, sino que hunde sus raíces en la corteza terrestre, a miles de metros bajo el mar. De las hiendas abiertas en el fondo del mar emergió, en algún momento, un chorro de magma ardiente que provocó un calentamiento repentino del agua. Al principio ésta fluía hacia zonas menos activas, pero el magma continuaba surgiendo, formando una pequeña cresta de materiales que se iban enfriando con lentitud, posándose sobre el lecho marino como si fuese un plácido retiro.

Pronto estos materiales fueron cubiertos por nuevos escombros, y la chimenea por la que el magma fluía al exterior se fue encumbrando, buscando la luz del sol que se filtraba a través de las olas. La proximidad a la superficie convertía el agua en vapor, que se elevaba sobre la superficie y se diluía en la atomósfera, mezclado con elementos terrestres, con una lava que afloraba, por fin, tratando de culminar así una labor infinita y dando forma a la Isla.

Afuera las condiciones cambian. El magma sigue fluyendo esporádicamente y hace que la Isla mude de aspecto cada cierto tiempo, siempre alrededor de la gran chimenea aunque, en ocasiones, la lava busque salidas alternativas. Los materiales depositados en torno al gran cráter ceden a la gravedad y ruedan hacia el mar con inmensa lentitud, como un regreso cíclico a sus orígenes más remotos.

Sobre ellos, entre tanto, nace la vida, pequeñas y vegetales especies heroicas capaces de sobrevivir en un desierto de ceniza hasta convertirse en pasto de las especies animadas, primero ínfimas, luego chicas, después medianas hasta llegar a poblarse la Isla de tantos seres vivos como fue capaz de albergar.

jueves, 23 de abril de 2009

Divina gloria humana

Allá por el siglo XII hubo en Compostela un genius loci que ideó un programa iconográfico completo para dejar con la boca abierta a todo aquel que pasase bajo el Pórtico de la Gloria y pudiese contemplar al patrono de la ciudad, a dios y a un coro de ángeles, evangelistas, profetas, bienaventurados y ancianos del apocalipsis, sin saber que muchos siglos más tarde alguien vendría a contemplar sus creaciones mucho más de cerca y descubrir un sinfín de detalles que sin duda escapan a quien ve las mismas imágenes desde el mismo suelo, como aquel genio había planeado, y entonces uno se pregunta si las formas modernas y humanas de la gloria, como la magia de Messi, la utopía de Iniesta, la clase de Henry o el panóptico de Xavi también conservarán toda su belleza y brillantez cuando las podamos contemplar de cerca y no a través de una pantalla de plasma.

martes, 14 de abril de 2009

Vértigo

De ignorar, sospechar y desear lo venidero.
De girarse y contemplar lo recorrido.
De olvidar lo decisivo y recordar lo superfluo.