viernes, 2 de diciembre de 2011
Cascanueces
Entre vuelo y vuelo, vienen así a la memoria cosas como los nuevos pasos aprendidos por mi hermana tras su clase de los viernes, que nos mostraba entusiasmada sobre el parquet de la sala, o aquel libro del Cascanueces que teníamos, del que recuerdo unos ratones siniestros de ojos rojizos, y al muñeco protagonista en la portada, y hasta aquel calendario que colgaba en la cocina de la casa de mis abuelos, donde una fotografía del García Barbón no desmerecía la elegancia y suntuosidad del sitio.
En estados como éste, en fin, uno tiende a encontrar indicios de un pasado que no volverá en una infinita gama de objetos y sucesos cotidianos y no tan cotidianos...
martes, 15 de noviembre de 2011
Otoño, Madrid
y una mochila de mármol,
me traigo de regreso y deambulo
por el mundo azuldorado,
de memoria dura y materia celeste.
jueves, 20 de octubre de 2011
El piélago en otoño
martes, 27 de septiembre de 2011
Bolivia y el dilema
Claro que lo ideal sería que los países en desarrollo paralizasen esta espiral de crecimiento, y que los indígenas pudiesen vivir tranquilos de una puta vez, en cualquier sitio, pero, ¿con qué derecho vamos a exigirle nosotros nada a nadie? Primero, que cese este crecimiento demencial (y de forma racional, no al son de las finanzas), en todo el mundo, empezando por nosotros, y después que se distribuyan el progreso y el daño, hasta que el mundo sea otra cosa distinta de lo que es. Y si no, a la mierda nos vamos todos...
miércoles, 3 de agosto de 2011
martes, 5 de julio de 2011
jueves, 23 de junio de 2011
Pleamar
La madre y la hija han estado trabajando toda la mañana. El castillo de arena parece inexpugnable, y las dos contemplan con orgullo su obra. Poco a poco, las olas de la pleamar lo van cercando. Alguna se acerca hasta los pies de la muralla, para luego alejarse. La hija corre arriba y abajo. La arena, a su alrededor, se va humedeciendo. Una ola llega hasta la primera muralla y la desborda. Si está bien construida, aguantará esa primera embestida, conservando su forma, suavizada. La segunda muralla sólo ha sido afectada en su base. En el foso queda un charco, que se filtra con rapidez a través de la arena. El mar parece dar una tregua, pero, sin aviso, una segunda ola desborda los restos del paramento y el foso, y alcanza la segunda muralla. La hija contempla la escena con pavor. El mar se retira, pero el foso no se vacía. Los restos de la primera muralla retienen el agua. La tercera ola anuncia su llegada con un sonido más intenso que las anteriores. El agua desborda las dos murallas, alcanza al cuerpo principal, que se mantiene maltrecho, y rodea el recinto, encontrándose los dos brazos de la ola en la parte de atrás. El agua vuelve a la orilla, y en su regreso, arrogante, socava la parte posterior de la muralla. El foso y el interior del recinto ya no pueden desalojar el agua. La cuarta ola ondula las antaño sólidas paredes del castillo y se lleva la pluma de gaviota que hacía de estandarte. La hija llora. La madre la consuela. Apenas se distinguen ya la primera muralla y el foso. La segunda muralla se insinúa y el castillo es un montículo informe. Las sucesivas olas arrasan, cada vez con menos resistencia, cualquier resto de la antigua estructura. Hasta que, en un momento dado, el lugar donde estaba el castillo desaparece de la vista. Ha sido engullido por las aguas. Ambas se marchan a comer.
Horas después, la marea ha bajado y podemos apreciar cómo del castillo no queda nada; como mucho, una leve insinuación de lo que fue. Madre y hija, después de la siesta, buscan el enclave. No lo encuentran. La hija pregunta. La madre responde:
“Las olas vienen y van, pero siempre hay alguna que llega más lejos, porque la marea crece. En el momento en que se forma, nunca sabes cuál es la ola que llegará al castillo, pero sabes que alguna lo hará. Pero no es una ola aislada lo que destruye el castillo, sino la acción insistente y progresiva de todas las olas. Porque es la marea la que acaba con él. Las revoluciones son como la marea. Las que no son así, no son revoluciones. Son olas aisladas. Construyamos otro”.
miércoles, 15 de junio de 2011
Después también pensé que algo no era normal: ¿cómo el agua no había podido borrarlas?
Al final, comprendí que alguien había acompañado al mar en su retirada, dándole la espalda, y se había ido con él.
viernes, 10 de junio de 2011
martes, 31 de mayo de 2011
viernes, 20 de mayo de 2011
miércoles, 18 de mayo de 2011
jueves, 28 de abril de 2011
Frases para la historia
martes, 12 de abril de 2011
Proverbio chino (de aplicación universal)
martes, 5 de abril de 2011
La mano de Piqué
Lo bueno es que van a conseguir que Shakira abandone el waka waka para pasarse a la canción protesta.
jueves, 31 de marzo de 2011
Pepe Escobar sobre Libia
martes, 29 de marzo de 2011
Un ano máis
martes, 22 de marzo de 2011
Reporteros sin escrúpulos
Retomar el hilo
Observo el cadáver de colibrí sobre mi mesa-camilla. En el garito donde converso con G. suenan los Ramones. Homenaje a Dee-Dee. Acaba de morir, también, con cincuenta y un años. Los dos nos acordamos del viaje a Nueva York, cuatro años antes. El llanto sobre una acera de Brooklyn frente a la casa donde había vivido mi madre su juventud. Los dos hablamos de cómo habían cambiado las cosas en esos cuatro años. Mi padre había engrosado la lista, habían caído las Twin Towers, se había iniciado la Tercera Guerra Mundial, aunque nadie lo sabía entonces, ni ahora, y yo había comenzado un camino sin retorno hacia no sabía dónde. La vida de G. seguía igual. Sus hijas ya estaban en Secundaria y Bachillerato; les faltaba poco para abandonar el hogar paterno, pero G. tuvo la delicadeza de no aburrirme con sus inquietudes de padre y esposo. En el fondo había un residuo del joven contestatario que había conocido en Alexandría, aunque ahora militara en un partido independentista con opciones parlamentarias y peso político. Y ese residuo afloraba al conversar con un espectro sin rumbo como era yo entonces. Y nunca dejaría de serlo.
“Déjalo antes de que sea demasiado tarde” dice Gustavo mientras salimos del garito en busca de más lugares donde diluirnos. Sólo por hastío, le dije que sí, y pasamos el resto de la noche discutiendo sobre la evaporación de nuestros sueños de juventud.
El colibrí es un ser minúsculo en la inmensidad de mi mesa-camilla. Me preguntó quién ha sido el colibrí del romance, si C., intentado rescatarme de la corriente, o yo mismo, y C. la flor. Y B., en cualquiera de las dos versiones, ¿dónde está? ¿Es la corriente que me arrastra o es la orilla que abandono? El final del romance es el mismo, en cualquier caso. Y no ayuda a resolver el enigma: ¿merece la pena el sacrificio? Puede que no, pero este colibrí exangüe junto a mi copa vacía también ha muerto, y lo ha hecho solo, sin flor a la que amar ni río en el que ahogarse.
Dijo una vez Martí, poeta y libertador, si es que no son lo mismo, que “hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí”. Con cierta repugnancia aprovecho la ocasión, sujeto el ala mínima del pájaro y la observo con atención.
Quizás Martí andaba errado. O quizás la única verdad esencial sea aquello que nos encontramos más allá de la muerte, o antes de la semilla, y nadie nos puede contar.
viernes, 25 de febrero de 2011
jueves, 24 de febrero de 2011
jueves, 17 de febrero de 2011
El mundo que viene
“Y nadie todavía, nadie todavía ha explicado al público estadounidense lo que ellos saben, y con toda seguridad ellos saben mejor de lo que el resto de todos nosotros sabemos quién será quien sustituya a Mubarak y no, no hay, no hay verdadero entusiasmo acerca de lo que es eso que se está haciendo a nivel nacional y desde Washington en relación a entender toda la situación allí en Egipto. Y en todas estás áreas que son tan volátiles ahora mismo, porque obviamente no es sólo en Egipto sino en los otros países también donde estamos viendo levantamientos, sabemos eso ahora mejor que nunca, necesitamos fortaleza y una mente clara allí en la Casa Blanca. Necesitamos saber qué es aquello por lo que América lucha para saber con quién está América. Y no tenemos esa información todavía”.
Huelgan comentarios.
miércoles, 9 de febrero de 2011
martes, 1 de febrero de 2011
El títere y los titiriteros
viernes, 28 de enero de 2011
martes, 25 de enero de 2011
El abrazo
viernes, 21 de enero de 2011
miércoles, 12 de enero de 2011
Dos párrafos
Yo no creo que sea tanto por la crisis de los valores de la civilización del capital. A mi modo de ver esos valores se encuentran actualmente en su momento de mayor esplendor: el egoísmo, la codicia, la avaricia, el individualismo… Si algo ha conseguido el neoliberalismo es acabar con los valores sociales vinculados a la solidaridad y el respeto por los demás y por el entorno; ha conseguido fabricar sujetos que no se reconocen en sus semejantes, que son capaces de atribuirse la responsabilidad de problemas que les vienen impuestos por el sistema capitalista, que reniegan de la solidaridad; sujetos egoístas y, lo que es peor, alienados con respecto a su condición de explotados y expropiados. Si tuviéramos que valorar desde esa perspectiva al neoliberalismo sólo podríamos concluir que su éxito ha sido rotundo.
Pero, precisamente, esa salud de los valores sobre los que se sustenta el capitalismo es la que está generando de forma acelerada las condiciones objetivas para, no sólo la desaparición del capitalismo sino también de la propia especie: el cambio climático, el agotamiento de los recursos, la desforestación, son expresiones en grado exacerbado del dominio de esos valores. Las resistencias son cada vez menores y en un mundo en donde cada vez se percibe menos lo ajeno como propio, en donde no se comparte el sentimiento de comunidad sino que rige la lógica de la supervivencia, están sentadas las bases para su desaparición.
Me recuerdan a la última frase de la famosa carta del Jefe Seattle: "Aquí acaba la vida, y empieza la supervivencia".