viernes, 26 de octubre de 2007

Sociedad del espectáculo III

Algunos medios de comunicación han emitido hoy más imágenes de la agresión racista del metro. Revelador. El testigo se ha reivindicado. No se había atrevido a intervenir antes, pero, una vez que el enemigo desapareció, conversó con la agredida, señalando hacia la cámara que había registrado toda la escena. El círculo se cierra: el dedo que nos señala nos involucra en los hechos. Somos los espectadores.

Sociedad del espectáculo II

Ayer mismo falleció un chaval, Daniel Oliver Llorente, tras una semana en coma. Su error: haber ido intentado pararle los pies a un individuo que se aprestaba a golpear a una mujer, en una parada de tranvía. Un puñetazo lo tumbó al suelo y allí empezó a zozobrar su existencia. Ayer todo terminó para él.

No había cámaras.

Y que haya gente que sigue creyendo en un dios bondadoso...

jueves, 25 de octubre de 2007

Sociedad del espectáculo

Todo comenzó con un ramalazo racista y violento de un individuo en el metro. De la noche a la mañana, se convirtió en una estrella mediática por obra y gracia de una cámara de seguridad.

La víctima de una sociedad enferma convertida en verdugo. La víctima real de la agresión. El testigo. La película, visionada por millones de personas.

Desde entonces, apariciones televisivas del agresor, encarnando a la perfección a su personaje. Los juzgados rodeados de flashes y periodistas. La víctima, oculta bajo el pixelado. La jueza que lo liberó en primera instancia, convertida en cómplice de la agresión. La fiscalía que interviene para enderezarlo. Para hacernos creer que así podemos sentirnos más seguros.

Lo que no entra en cámara no ha sucedido. Las protestas de algunos por la pasividad del testigo, y el testigo que se rebela aduciendo que la escena en que socorre a la víctima no ha sido emitida por los medios. No se conforma con el papel secundario. O pretende resarcirse de la cobardía que le atenazó, y que atenazaría a cualquiera, por mucho que digan.

Los medios construyen la realidad a medida de una sociedad ávida de espectáculos en vivo. Los medios nos construyen. Y las personas nos convertimos en personajes del drama cotidiano de un mundo que se consume a sí mismo, como el oso hormiguero de Yellow Submarine.

Todo es tan patético...

martes, 23 de octubre de 2007

Las olas

El desencantamiento del mundo prosigue su ritmo implacable: ni las olas, ese refugio de románticos, de adictos a la sensualidad, de buscadores de armonía, han podido escapar a la ciencia. Pronto desde la costa podremos divisar extraños artilugios que se mecerán con su dulce, a veces desesperado, bamboleo.

Serán fuentes de energía renovable, pero, ¿qué pasa con la energía que muchos buscan en la contemplación de nuestras hermanas azules?

Será así porque así lo queremos todos, haciendo o dejando hacer...

miércoles, 17 de octubre de 2007

MQM

Los objetos se adhieren al lienzo y parecen saltar hacia nosotros.
Quintana-Martelo juega el doble juego de la pintura: una realidad apresada en dos dimensiones, agolpada contra una superficie plana, y otra realidad que se niega a no ser representada: la de la propia acción del artista, plasmada en los propios útiles (los botes de pintura, los platos de mezcla, las brochas y pinceles), pero también en los despojos.
Action Painting y naturalismo; a la vez.
Todos los momentos del momento sincronizados.

MQM

martes, 9 de octubre de 2007

Seis razones para amar a Belén Gopegui

Porque sus títulos tienen forma de cerradura antigua. A través de ellos puedes ver lo que hay dentro de la casa, y para abrir la puerta sólo necesitamos una llave grande y sencilla. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez dónde estaba el padre de Blancanieves cuando su hija le necesitaba?

Porque su estilo es como mirar desde las rocas de una playa tranquila: ves las algas, ves los peces y ves la arena del fondo, pero el agua refleja las nubes y el sol.

Porque da voz a quien no la tiene: los cuerpos sociales como productos resultantes de una agregación de individuos, y no de una simple adición. ¿No es toda una aventura convertir en personaje de Lo real a un "coro de asalariados y asalariadas de renta media reticentes"?

Porque sus argumentos son catalíticos, como sucede muchas veces en nuestras vidas. Que un amigo te pida dos millones de pesetas para ayudarle a reflotar su empresa es el paso previo a una reflexión en torno a la frustración de los ideales de juventud y a las contradicciones de la clase media, pero siempre queda la esperanza de la conquista del aire. Que un ecuatoriano te eche en cara que le han despedido del trabajo por culpa de tus quejas puede dar lugar a un seismo ético, sobre todo cuando hay una moral subterránea en movimiento.

Porque sus temas nos consuelan (al vernos reflejados en ellos) al tiempo que nos inquietan (al vernos reflejados en ellos).

Porque sus metáforas son finas y brillantes como el filo de un cuchillo: "Cuarenta y cuatro años y ni una sola respuesta, no lloraba por autocompasión, dejaba que las lágrimas saliesen como alguien deja entrar el agua en un barco sin achicarla, hasta que el barco empieza a hundirse y no queda más remedio que nadar"

lunes, 1 de octubre de 2007

Infracosmos

Ni la memoria de veinte generaciones alcanzaría para recordar en qué momento la estirpe familiar se trasladó a la capital. Ni yo, ni mis padres, ni los padres de mis padres conocimos nunca el mar. Hace mucho tiempo que las mejores oportunidades están aquí, pero hay que pertenecer al selecto grupo de los elegidos para poder aprovechar todo el potencial que estas tierras ofrecen. Desde mi atalaya contemplo, día tras día, la batalla por la supervivencia de los pobres.

No te pares. Sigue caminando. Aquí no puedes quedarte. Esto es un matadero. Vete. Déjalo ahí. Está muerto. No puedes hacer nada. Escapa. Corre, hostia.

El cuerpo de su compañero yace sobre lo que antaño fue una lata de aceite de oliva. Sus vísceras se derraman por los laterales. Su sangre se seca con rapidez y se adhiere al metal con la firmeza de un liquen a la roca.

Huye de una puta vez. Está muerto.

♫ ♫ ♫

El pánico le impide realizar cualquier movimiento, pero es consciente de que la parálisis, cuando no va acompañada de un buen camuflaje, o cuando el escondrijo no es perfecto, es la sentencia final. Sabía a lo que se exponía cuando inició la aventura, pero el hambre es así, inexorable. Es una ley biológica.

Ha faltado muy poco. Desde aquí he podido ver cómo las esquirlas de esa botella han golpeado su cuerpo tembloroso. Al menos, eso le ha hecho reaccionar. Todavía me sigue sorprendiendo comprobar lo estúpidos que pueden llegar a ser, aunque hay que reconocer que tener que caminar para llegar a todas partes es una limitación importante. Pero, ¿por qué no se conforman con lo que tienen a su alcance? ¿Por qué tienen que venir aquí a buscar el sustento?

Mierda. Me he cortado. No aguantaré mucho tiempo detrás de este bidón. Tengo que buscar una salida. Me he cagado de miedo. ¿Qué voy a hacer?

Sacude con delicadeza y parsimonia su lomo, hasta que un pequeño fragmento de cristal se desprende de su cuerpo.

Le escuece con rabia, nota el fuego en su espalda, la sangre que se desliza por su costado. Ante la cercanía de la muerte recuerda a su familia, al otro lado de la montaña. Se habían trasladado hacía poco tiempo, después de que hubieran clausurado su anterior residencia. Se madre nunca se cansó de prevenirle de los peligros del mundo exterior, de la crueldad de los hombres. Le recordaba continuamente que ellos siempre estarían en el lado oscuro, el de los malditos.

Agotado por la tensión, apoya su cuerpo contra el bidón, que, vencido su precario equilibrio, rueda ladera abajo.

Pobre imbécil. Ahora sí que la ha hecho buena. Ahora que había encontrado un escondite decente se queda al descubierto. No tiene escapatoria. Su técnica es mucho más primitiva.
Nosotros contamos con la ventaja del avistamiento previo: el margen de error es mínimo. La clave suele ser la rapidez, porque éstos, pese a todo, acaban encontrando los mejores sitios, pero a qué precio. No siento ninguna compasión. Mejor para nosotros.

♫ ♫ ♫

¡Hijos de puta! ¿Qué es lo que os he hecho? ¿A qué viene esa saña con la que nos perseguís? Nos arrojasteis en vuestras cloacas, nos expulsasteis del paraíso, nos marcasteis a fuego y nos arrinconasteis en la mierda, pero no me entregaré tan fácilmente.

Inicia una rápida carrera por la pendiente, en una busca desesperada del bidón salvador, detenido a mitad de su caída por un somier desvencijado.

♫ ♫ ♫

En esos momentos puntuales en que la vida de uno corre serio peligro, el cuerpo extrae energías extraordinarias de algún perdido rincón de sí mismo. Es el instinto de autoconservación, aunque en la guerra ese instinto rara vez sirve para algo. La sangre sigue manando de su herida, y siente que el aliento vital le va abandonando. Entre dos pañales, de nuevo detrás del bidón, llora sin consuelo.

Mamá. ¡Mamá! No quiero morir. Dame tu calor, mamá. Quiero volver a casa.

No entiendo a los que reniegan de este tipo de espectáculos. Es una ley natural. Nosotros también tuvimos que emigrar, hace mucho. Mis abuelos me hablaban del mar, de lo que a ellos les habían transmitido sus antepasados. Decían que bastaba una zambullida para conseguir un hermoso pescado. ¡Y los había en abundancia! Y me contaban que el agua del mar no es como el de la balsa de inertes, sino que cuando estás en ella es limpia y transparente como el cristal, y que desde las alturas es azul como no hay azul comparable en el mundo.
No creo mucho en esas leyendas. De poco nos sirven ahora. Esto es la lucha por la supervivencia. Está bien que la escoria sea tratada como se merece.

♫ ♫ ♫

El bidón, tan sólo magullado por los perdigones, vuelve a rodar, dejando al descubierto, a través del somier descuajaringado, unos diminutos ojos que se enfrentan al momento de la verdad. La gaviota ríe.

♫ ♫ ♫

-¡Le has dado! ¡Le has dado! – grita el chiquillo alborozado.

Algunas plumas blancas y grises vuelan en todas direcciones. Un ave mortalmente herida se desangra sobre una vieja nevera, en lo alto del vertedero. Mientras, una joven rata moribunda aprovecha el momento para escabullirse entre los desperdicios y llegar a su hogar, al otro lado de la montaña de basura, para alcanzar el regazo de su madre.