Hay ciertas cosas que, aunque no lo parezcan, también forman parte de la intimidad de uno. El Barón sólo pretende evadirse, distanciarse, desdibujarse en una nebulosa y pasar desapercibido. Pero, a veces, hay una fuerza que le hace descender a la tierra. Entonces, su Sombra crece. Por suerte para algunos, la Sombra siempre permanece atada a los pies del Barón cuando esto sucede, y nunca podría tomar iniciativas por sí misma. Si así fuese, no dudaría en enfundarse unos guantes de boxeo y tomarse la justicia por su mano.
Hay un Prestigioso Profesor que, hace algún tiempo, dedicó unas palabras al Barón (entre otra gente). No hace falta entrar en detalles, pronto se sabrá lo que ocultaban esas palabras. Lo indignante es que quien acude a la difamación, a la calumnia, a la tergiversación y a la mentira pretenda que le salga gratis. Y cuando alguien descubre que ha burlado las reglas del juego y sucede lo que tiene que suceder (que su legitimidad queda en entredicho) se refugia en una suerte de
victimismo y quiere hacer creer a la gente que es objeto de una persecución injustificada (e incluso de la censura).
Como desagravio, algunos le montan un
acto para que se vuelva a explayar a gusto. Ahí, el lobo lucirá su piel de cordero, llorará un poco y volverá a dirigir sus cañones retoricos contra todo aquel que no sea de su cuerda.
Qué pena de intelectuales venidos a menos, que se tienen que acoger a la provocación (y después critican la manipulación de los medios de comunicación y la idiotización de la sociedad de masas) para seguir siendo (tristemente) célebres.
Pero, tarde o temprano, la piel de cordero caerá al suelo.