jueves, 16 de septiembre de 2010

Si la identidad es permanencia, entonces el camino para la dilución del Yo pasa por la abolición de la conciencia de la temporalidad, por la renuncia a la perspectiva que alinea pasado y futuro. Ni somos el tiempo que nos queda, ni somos lo que nos ha conducido hasta aquí. Somos, sencillamente, lo que vivimos y experimentamos a cada momento. Nuestra conexión con el mundo y la historia se produce siempre en el presente, no por poseer una conciencia del Deber-Ser, sino por un Ser(Estar)-en-el-Mundo generoso, a veces (las más) contemplativo y apaciguado; a veces luchador.

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