martes, 19 de febrero de 2008

El corazón de la rata

El otro día, mientras bebía con sus amigos, y quizás influido por la próxima publicación de la novela Musofobia, de Jorge Harmodio, o puede que por la acción imparable de otro condicionamiento pavloviano, ya olvidado, el Barón recordó a su vieja amiga la rata blanca.

La rata aquella no tenía nombre, a pesar de que convivió con él durante muchos años, ella en un frasco de formol (bien, sólo su cabeza), él ocupando el resto de la habitación. Hasta que la madre del Barón le obligó a deshacerse de ella.

No fue hasta mucho tiempo después que volvió a su memoria, con un papel secundario en la eterna obra inacabada del Barón (ahí, sí, le puso nombre: Orlando). Pero sólo la cabeza de la rata tenía presencia en la memoria.

Fue el otro día, al inicio del enésimo descalabro etílico colectivo, cuando otra imagen acudió a la mente del Barón: el corazoncito de la rata, recién abierta, rojo y diminuto, en las manos de la buena señora que la había diseccionado. "¿Lo quieres?", decía.

Puede que allí estuviera el origen de muchas cosas. Porque fue entonces cuando, siguiendo una señal del destino, como premio por haber asistido a la autopsia sin pestañear, el pequeño Barón respondió: "quiero la cabeza".

Se busca psicoanalista que interprete este recuerdo agazapado: quizás encuentre una explicación a los varios desvaríos en los bares del Barón.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Había algún tempo que as tres parcas non aparecíamos, todas xuntas, polo seu blog, pero ante o seu último comentarío decidimos reunirmos en secreto concilíabulo e tras un breve momento de reflexión determinar:
Esos os típicos recordos recurrentes dun proto-asasino en serie!!!

Mediopelo dijo...

Nunca se sabe, queridas Parcas, nunca se sabe...

Anónimo dijo...

Me veo en la obligación de remitirme a mi comentario del 4 de octubre de 2007, a su entrada, del lunes 1 de octubre de 2007, “Infracosmos”.
Veo, horrorizado, que su pasión por la caza y las cabezas de animales como adorno le viene de lejos.

Mediopelo dijo...

Buena observación, amigo Jabalí. Por suerte para usted, al Barón aún no le ha dado por los suidos. Pero algún día contará una vieja historia sobre una cabeza de jabalí que había en casa de unos parientes...

Anónimo dijo...

Es habitual en las personas de su alcurnia la predilecci�n por las cabezas. L�gicamente, yo tambi�n las prefiero (bueno, los cuellos para ser m�s exactos) a los corazones, un �rgano, si se me permite decirlo, m�s propio de la casquer�a que de la alta cocina.
Perd�neme esta brusca intervenci�n en blog ajeno, pero creo tener algo que aportar sobre este tema.
El conde Draco

Anónimo dijo...

O que lle pasa ao barón é que ten ganas de comer filetes rusos.


http://www.elmundo.es/2001/03/29/sociedad/975162.html