miércoles, 9 de julio de 2008

Saber perder

Saber perder es una red de historias; un arrastre en el que el autor ha capturado cuatro grandes especímenes (y algunos secundarios) con sus correspondientes trayectorias, circunstancias y relaciones. Con ello pretende demostrar que, como en una estadística, muy pocos son los que alcanzan ese éxito o triunfo a cuya veneración constante se nos obliga. Entre sus capturas hay uno de esos ejemplares elegidos para la gloria, pero incluso éste acaba fracasando en la conquista de su sueño.

La red de Saber perder es especial: todos acaban saliendo de ella, pero ninguno lo hace en el mismo estado en el que ha entrado. Las capturas sufren fracasos vitales ineludibles (la vejez, la enfermedad) y casi ineludibles (desamor) que no es lo mismo, pero es igual. También hay fracasos sociales (caídas y tropezones profesionales) y morales (el crimen, la falta, la perversión).
Todos fracasan, pero casi ninguno se hunde (un par de pequeñas capturas secundarias mueren en la red, de forma natural o inducida, nuevos fracasos que se suman a sus trayectorias truncadas). Casi todos, entonces, acaban saliendo de la red: es inevitable.

No hay lecciones en Saber perder, sólo la certeza de que escasean las certezas, la certidumbre de que nos movemos con torpeza dentro de estos cuerpos, como las capturas en la red, que podríamos ser cualquiera; la falsa creencia de que nos marcamos un rumbo y lo sabemos mantener, y no de que somos cardumen a merced de las mareas y corrientes, guiados ciegamente por un instinto colectivo al que nos gustaría oponernos.

Pero esta incertidumbre es hoy nuestra condición de posibilidad y nuestro límite. No hay posibilidad de fracasar cuando no se tienen expectativas. Quizás el secreto de Saber perder no sea tanto saber admitir el fracaso en la conquista de nuestros sueños y sobreponerse a los golpes, como humanizar la medida de esos sueños,
reducirlos a una mínima expresión,
más pequeña que un hogar,
que una familia,
que un amor.

Situar el éxito, cualquier éxito, fuera de nuestro alcance.

Quizás así no haya golpes, ni fracasos.

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