viernes, 14 de agosto de 2009

Cielo de Medellín

Un domingo por la tarde, cientos de niños y adultos ondean sus cometas desde la cima del Cerro El Volador. Hace no mucho tiempo, el equipo de arqueólogos que excavaba en este mismo sitio encontraba cadáveres cada mañana. Atados, amordazados, con la boca cosida con alambre y toda una gama de atrocidades generadas por una situación de máxima violencia.

El cielo de Medellín alcanza donde no llega su catedral, sumergida entre rascacielos y edificios de oficinas.

Abajo, en el valle, en la tierra un día pantanosa, se acumula el pasado material en forma de fábricas y talleres en proceso de abandono y sustitución por grandes y actuales moles comerciales.

El cielo de Medellín es su techumbre, suspendida la bóveda en los verdes cerros que rodean el valle y en nubes gigantes y tersas que se desgarran al caer la tarde.

En el valle se extiende una gran lanzadera casi rectilínea con forma de raíles de metro y autopista. El asfalto crece también por las laderas, sinuoso y transversal, sorteando casas nuevas y viejas, alambres de espino, madera, uralita y ladrillo visto.

Entre tanto, las tardes de domingo el cielo de Medellín se inunda de cometas que vuelan alto. Más allá del asfalto, del cemento, del ladrillo y el alambre de espino. Como enredaderas de las nubes que pugnan por huir de la tierra pero siguen unidas a ella, pues en ella hunden sus raíces.

2 comentarios:

M. Brunò dijo...

Medellín que te vin!

Mediopelo dijo...

Medallón le llaman allá...