Por la mañana, un largo camino hasta Trapani y sus dos calles palaciegas (centro histórico) y su catedral. Y un salto de mil metros en funicular hasta Érice, un pueblo medieval convertido en parque temático (como tantos otros por Europa adelante, pero muy distinto al resto de Sicilia) con unas vistas espectaculares de la isla cuando las nubes no lo cubren.

Nos empieza a llamar la atención un fenómeno: todos estos templos, como casi todos, se orientan hacia el este, hacia el nacimiento del sol, pero han acabado convertidos en centros de un nuevo culto: el de la individualidad del turista que busca sensaciones estéticas, tanto más evocadoras cuando más se acerca el ocaso. Se han convertido en lugares de un culto crepuscular.

1 comentario:
... inveja...
sá ou insá... mas inveja
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